Lunes
Llegado
el lunes, nos reunimos inmediatamente, sabíamos lo que teníamos que
hacer, y estábamos dispuestos, lo único que teníamos que hacer,
era esperar.
La
maestra, anunció que podíamos salir al recreo, todos salieron
corriendo, nosotros permanecimos sentados unos segundos más, pero
solo unos segundos, los necesarios para no mostrar un comportamiento
atípico, los suficientes para no hacernos notar de más. Calcular
eso es un proceso 100% intuitivo, nuestra maestra era muy perceptiva,
y con un gran radar para notar cuando nos traíamos algo entre manos,
y más cuando efectimamente traes algo entre manos.
Salimos
del salón, bajamos las escaleras, y emprendimos el camino hacia la
puerta.
Rodrigo
se adelantó, yo me quedé vigilando, trataba de actuar de manera
natural, -lo pienso y me río, realmente estábamos vivendo una
aventura-.
Encontré
su mirada, asentí con la cabeza y giró el picaporte, a la distancia
logré percibir que la puerta había cedido, me miró nuevamente,
estaba claramente sorprendido, y asintió arqueando las cejas, caminé
hacia él.
De
nuevo estábamos en el cuarto, parados, a obscuras, sin saber que
hacer. No perdimos más tiempo y comenzamos a inspeccionar ese cuarto
para tratar de averiguar qué era y qué había.
Poco
tiempo nos tomó el darnos cuenta de que el cuarto era una muy
pequeña bodega de artículos de oficina, al recorrerlo a tientas,
encontramos: bolígrafos, hojas de papel, talonarios, sobres,
folders, algunas cajas cerradas, llaves colgadas, envases diversos
cuyos contenidos no nos interesaron, todo acomodado en unas
estanterías de madera.
Decidimos
sentarnos en el piso, había que asimilar.
Rodrigo
fue el primero en hablar: -¡está poca madre!-
Sabíamos
que habíamos encontrado algo “poca madre”, supongo que para unos
niños encontrar un lugar secreto es un gran logro, al menos para
nosotros lo era. De nuevo el timbre anunciando el final del recreo.
A
partir de ese día, y durante los siguientes 3 años entrábamos de
manera regular a ese cuarto obscuro, ahí conversamos sobre la vida y
la muerte, la guerra y la paz, del sol, la luna y las estrellas, de
mujeres y amores, de los maestros, de nuestros amigos, de nuestros
problemas. En ese cuarto ideamos nuestras fechorías y nos
lamentábamos de los castigos obtenidos por realizarlas, ese cuarto
obsucro se convirtió en nuestro espacio de reflexión, en nuestra
sala de juntas, en nuestro “war room”.
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