Advertencia:

Escritos críticos, aleatorios, sin estructura, caprichosos, sin temática en particular, subjetivos y parciales.

Se aceptan la crítica y la discrepancia.

Indiferencia al descrédito.

jueves, 9 de febrero de 2012

La historia del Cuarto Obscuro II

(sí no leíste la primera parte: aquí)

Lunes

Llegado el lunes, nos reunimos inmediatamente, sabíamos lo que teníamos que hacer, y estábamos dispuestos, lo único que teníamos que hacer, era esperar.

La maestra, anunció que podíamos salir al recreo, todos salieron corriendo, nosotros permanecimos sentados unos segundos más, pero solo unos segundos, los necesarios para no mostrar un comportamiento atípico, los suficientes para no hacernos notar de más. Calcular eso es un proceso 100% intuitivo, nuestra maestra era muy perceptiva, y con un gran radar para notar cuando nos traíamos algo entre manos, y más cuando efectimamente traes algo entre manos.

Salimos del salón, bajamos las escaleras, y emprendimos el camino hacia la puerta.

Rodrigo se adelantó, yo me quedé vigilando, trataba de actuar de manera natural, -lo pienso y me río, realmente estábamos vivendo una aventura-.
Encontré su mirada, asentí con la cabeza y giró el picaporte, a la distancia logré percibir que la puerta había cedido, me miró nuevamente, estaba claramente sorprendido, y asintió arqueando las cejas, caminé hacia él.

De nuevo estábamos en el cuarto, parados, a obscuras, sin saber que hacer. No perdimos más tiempo y comenzamos a inspeccionar ese cuarto para tratar de averiguar qué era y qué había.
Poco tiempo nos tomó el darnos cuenta de que el cuarto era una muy pequeña bodega de artículos de oficina, al recorrerlo a tientas, encontramos: bolígrafos, hojas de papel, talonarios, sobres, folders, algunas cajas cerradas, llaves colgadas, envases diversos cuyos contenidos no nos interesaron, todo acomodado en unas estanterías de madera.
Decidimos sentarnos en el piso, había que asimilar.

Rodrigo fue el primero en hablar: -¡está poca madre!-

Sabíamos que habíamos encontrado algo “poca madre”, supongo que para unos niños encontrar un lugar secreto es un gran logro, al menos para nosotros lo era. De nuevo el timbre anunciando el final del recreo.

A partir de ese día, y durante los siguientes 3 años entrábamos de manera regular a ese cuarto obscuro, ahí conversamos sobre la vida y la muerte, la guerra y la paz, del sol, la luna y las estrellas, de mujeres y amores, de los maestros, de nuestros amigos, de nuestros problemas. En ese cuarto ideamos nuestras fechorías y nos lamentábamos de los castigos obtenidos por realizarlas, ese cuarto obsucro se convirtió en nuestro espacio de reflexión, en nuestra sala de juntas, en nuestro “war room”.

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