III
En la escuela, todo era confusión, y cada quién hablaba desde su perspectiva, lo cierto es que todos estábamos muy alterados con el evento y no había otro tema de conversación, recuerdo, que ese día no entramos directamente a los salones, y las noticias comenzaban a fluir; camino a su centro de trabajo, varias maestras habían presenciado el derrumbe de alguna casa o edificio, algunas madres de familia que llegaban con sus hijos contaban historias similares, otro grupo (yo entre ellos), no reportábamos absolutamente ningún daño en nuestro trayecto. Todo era confuso, nadie sabía que hacer. A media mañana, varios jefes de familia acudieron a la escuela a recoger a sus hijos, por la radio ya se escuchaba la narración para la “W” que hiciera Jacobo Zabludovsky, narración que paso de ser un “paseo por la alameda”, a la salida de su casa en Bosques de Chapultepec, a un escenario dantesco hasta su llegada a las instalaciones de Televisa en la calle de Chapultepec.
Nosotros permanecimos en la escuela casi hasta las 12 del día, momento en el que llamamos a nuestra casa, para avisar que regresábamos, así lo hicimos. Al llegar, pudimos ver la señal del canal 13, y escuchábamos la radio, Televisa no había podido restablecer sus transmisiones, lo hizo hasta las 2 de la tarde y por el canal 9, creo que era Sabido, quién comenzó la transmisión.
Lo que se veía era una historia de terror, en vivo, en directo y sin censura, no había tiempo de editar las imágenes, no había quién. Restos de edificios, de cuerpos, incendios, confusión, los narradores reportaban lo que veían, ninguna cifra, algunas historias comenzaban en rumores y se confirmaban, no había tiempo ni de aclarar.
No podíamos dejar de mirar el televisor, a nadie le importó que viéramos en directo esas escenas, nadie lo reflexionó. Mi Mamá intentaba sin éxito llamar a sus familiares en Chihuahua, poco a poco comenzábamos a saber el paradero de nuestros familiares. Ya entrada la noche, nos mandaron a dormir.
Recuerdo un hecho significativo, al día siguiente, ya por la mañana del 20, la misma persona con la que yo había tenido mi conversación el día anterior, Víctor, llegó a mi casa, le habíamos prestado nuestra “camioneta” para que pudiera transportar equipo y víveres a los lugares afectados. Recuerdo el constante sonar de ambulancias por las calles, sólo eso: silencio y sirenas.
Nos sentamos a cenar, con mi papá, callados, con el ánimo decaído, en silencio, eran las 7:30 p.m., ocho minutos después el pánico se apoderó de nosotros, temblaba de nuevo. No recuerdo la duración del segundo temblor, pero sí que pasó más rápido, mi papá se aferró a la mesa y nos pidió que nos quedáramos quietos “es una réplica” nos explicaba, “si la casa aguantó el primer temblor, aguantará el segundo”, decía para sí, y para nosotros. Y así fue, al término del segundo temblor, reflexionó un poco y comentó angustiado: “pobres, se les cayó encima lo derrumbado”, él sabía de lo que hablaba, lo decía con conocimiento, me refiero a su formación como ingeniero civil, su oficina se encontraba muy cerca de la muy dañada colonia Roma, había presenciado la destrucción, apuramos la cena, nadie habló, nos levantamos de la mesa. Nunca lo hemos comentado, pero estoy seguro de que ninguno de nosotros pegó el ojo en toda la noche, el miedo de una réplica o de un temblor mayor nos dominaba.
En la mañana del 21 de septiembre, nos levantamos, no íbamos a ir a la escuela, aún así, nos despertamos temprano, y mi hermano y yo, salimos a la calle, recorrimos una cuadra hacia insurgentes sur, las calles estaban vacías, recorrimos algunas cuadras, y observamos un tumulto, mucho movimiento, carros que llegaban, gente corriendo, nos estábamos acercando a las instalaciones de Núcleo Radio Mil, ahí, ya se organizaba (más bien se desorganizaba) un centro de acopio, recuerdo que llegaba todo tipo de cosas: comida, palas, ropa, medicinas, cubetas, martillos, cascos, botas, cubre bocas, todo estaba dispuesto en el piso, había personas tratando de clasificar los artículos, pero era inútil, tan pronto como se descargaban llegaban más personas que las tomaban, todos conocían de una necesidad en algún lugar y urgían de los donativos para hacerlos llegar tan pronto como fuera posible.
En ese mismo lugar, había una muchedumbre frente a una improvisada mesa con personal de la estación de radio, querían información, querían conocer sobre la situación, preguntaban sobre la postura del gobierno, había un gran vacío de poder, no había respuestas. El personal de la estación de radio, tomaba desesperadamente notas, trataba de encontrar una clasificación a los requerimientos, estaban rebasados:
- Se cayó un edifico en la roma hay cadáveres avísenle a la autoridad.
- No encuentro a mis familiares, viven en la doctores.
-Somos la familia Rodríguez no podemos comunicarnos con nuestra familia en Puebla, queremos decirles que estamos bien.
- No tenemos agua, queremos reportar el servicio.
- ¿a dónde podemos ir a buscar los cadáveres?
- Me voy a llevar esta pala, es para sacar a una persona.
-¿tienen hielo? ¡Necesitamos hielo! ¡medicinas!
Ahí permanecimos algunas horas, bajando bultos, entregando cosas, poco a poco, comenzaba a organizarse esa romería, las personas comenzaban a hacer fila, los artículos encontraban alguna clasificación, de manera espontánea llegaban más personas, y el orden se restablecía.
Se acercaban algunas personas a llevar comida para los que ahí estábamos: un pan, un refresco, unas galletas, unos tamales, cada persona comenzó a asumir una responsabilidad, unos daban instrucciones, otros acataban, unos preparaban comida, otros la servían, comenzaron a llegar transportes, se llevaban paquetes medianamente organizados, nadie imponía nada, sí se cometía un error o se encontraba una manera mejor de hacer las cosas, alguien lo señalaba, los demás aceptaban rápidamente o refutaban, aún dentro de la gran tensión, nunca vi a nadie enemistarse con nadie, todo funcionaba como un engranaje mal montado, pero engranado al fin.