Advertencia:

Escritos críticos, aleatorios, sin estructura, caprichosos, sin temática en particular, subjetivos y parciales.

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jueves, 9 de febrero de 2012

La historia del Cuarto Obscuro I


Un día, recorriendo un pasillo de la escuela primaria con Rodrigo, notamos que había una puerta que siempre permanecía cerrada y bajo llave. 
Inmediatamente nos preguntamos sobre lo que habría trás esa puerta, así que, desde ese día, convertimos en una misión el pasar por enfrente de la puerta esperando un día encontrarla abierta. Así fue, pasábamos a diario y la puerta nunca estaba abierta, pero la curiosidad nos impedía darnos por vencidos. Sabíamos que no habría nada extraordinario ahí, no obstante, seguimos intentando.

Después de algún tiempo, ¡sorpresa!, al girar el picaporte, la puerta abrió...
Súbitamente, cual alma que lleva el diablo, traspasamos el umbral y cerramos la puerta. Y ahí estábamos, sumidos en una total obscuridad, nos quedámos inmóviles por unos instantes sin saber que hacer.
Temerosos por ser descubiertos, no hicimos ruido alguno, y tampoco podíamos hacernos seña alguna, al cabo de unos minutos comenzamos a susurrar.

-¿Que será esto?-
-¿no lo se?- Le contesté
-!no veo nada!-
-yo tampoco...-

De ahí comenzamos con las afirmaciones lógicas promovidas más por el nerviosismo y por la emoción.

-No entra nada de luz-
-Sí, esta bien obscuro ¿qué habrá aquí?
-Pues no se, ¿qué no ves que no hay luz?-

Silencio de nuevo, supongo que Rodrígo se hacía las mismas preguntas que yo.

Comencé a percibir que ese cuarto era más fresco, húmedo y tenía un olor que aún recuerdo fielmente, ahí, en la obscuridad percibí el olor a papel revolución, a cartón, a madera, a humedad acumulada, a tinta.

A lo lejos percibimos el timbre que señalaba el fin del recreo, y de nuevo un problema: habíamos conseguido entrar sin ser vistos, ahora, debíamos lograr salir de la misma manera. Esperamos unos minutos y salimos, el plan había resultado, logramos “escapar”.

Recuerdo, que estábamos emocionados, no exagero al decir, que sentíamos haber encontrado nuestro “El Dorado”, y desde entonces fuimos los guardianes de ese secerto, nadie más debería saber de la existencia de ese lugar.

Al día siguiente, qeríamos repetir la azaña, solo que ahora habíamos ideado un plan para entrar sin ser vistos, y lo mismo para salir, llego el recreo y fuimos a buscar la puerta.

-¡Carajo, esta cerrada!- Me dijo.
-haber, déjame intentarlo.-

No, tampoco tuve suerte, nos quedámos ahí un buen rato, discutiendo nuestras opciones. Platicamos, le dimos vueltas pro todos lados, la conclusión: debíamos intentarlo de nuevo.

-Lástima que es viernes- Musité
-Pinche Emilio, siempre le encuentras el lado negativo a las cosas-
Con esa respuesta nos quedamos viendo unos intantes, y comenzamos a reir, ¿de qué?, ¿quién sabe?, supongo que sabíamos que esas conversaciones serían así en los años venideros, y así fueron.

Nos fuimos, no había nada que hacer, no sin antes acordar que atenderíamos este asunto durante el fin de semana.

Bueno, éramos unos niños, y no pudimos convencer a nuestras respectivas progenitoras, para que nos dieran el permiso correspondiente para visitarnos el fin de semana, así que nos vimos hasta el siguiente lunes.

Continuará....

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