Un
día, recorriendo un pasillo de la escuela primaria con Rodrigo,
notamos que había una puerta que siempre permanecía cerrada y bajo
llave.
Inmediatamente nos preguntamos sobre lo que habría trás esa
puerta, así que, desde ese día, convertimos en una misión el
pasar por enfrente de la puerta esperando un día encontrarla
abierta. Así fue, pasábamos a diario y la puerta nunca estaba
abierta, pero la curiosidad nos impedía darnos por vencidos.
Sabíamos que no habría nada extraordinario ahí, no obstante,
seguimos intentando.
Después
de algún tiempo, ¡sorpresa!, al girar el picaporte, la puerta
abrió...
Súbitamente,
cual alma que lleva el diablo, traspasamos el umbral y cerramos la
puerta. Y ahí estábamos, sumidos en una total obscuridad, nos
quedámos inmóviles por unos instantes sin saber que hacer.
Temerosos
por ser descubiertos, no hicimos ruido alguno, y tampoco podíamos
hacernos seña alguna, al cabo de unos minutos comenzamos a susurrar.
-¿Que
será esto?-
-¿no
lo se?- Le contesté
-!no
veo nada!-
-yo
tampoco...-
De ahí
comenzamos con las afirmaciones lógicas promovidas más por el
nerviosismo y por la emoción.
-No
entra nada de luz-
-Sí,
esta bien obscuro ¿qué habrá aquí?
-Pues
no se, ¿qué no ves que no hay luz?-
Silencio
de nuevo, supongo que Rodrígo se hacía las mismas preguntas que yo.
Comencé
a percibir que ese cuarto era más fresco, húmedo y tenía un olor
que aún recuerdo fielmente, ahí, en la obscuridad percibí el olor
a papel revolución, a cartón, a madera, a humedad acumulada, a
tinta.
A lo
lejos percibimos el timbre que señalaba el fin del recreo, y de
nuevo un problema: habíamos conseguido entrar sin ser vistos, ahora,
debíamos lograr salir de la misma manera. Esperamos unos minutos y
salimos, el plan había resultado, logramos “escapar”.
Recuerdo,
que estábamos emocionados, no exagero al decir, que sentíamos haber
encontrado nuestro “El Dorado”, y desde entonces fuimos los
guardianes de ese secerto, nadie más debería saber de la existencia
de ese lugar.
Al día
siguiente, qeríamos repetir la azaña, solo que ahora habíamos
ideado un plan para entrar sin ser vistos, y lo mismo para salir,
llego el recreo y fuimos a buscar la puerta.
-¡Carajo,
esta cerrada!- Me dijo.
-haber,
déjame intentarlo.-
No,
tampoco tuve suerte, nos quedámos ahí un buen rato, discutiendo
nuestras opciones. Platicamos, le dimos vueltas pro todos lados, la
conclusión: debíamos intentarlo de nuevo.
-Lástima
que es viernes- Musité
-Pinche
Emilio, siempre le encuentras el lado negativo a las cosas-
Con
esa respuesta nos quedamos viendo unos intantes, y comenzamos a reir,
¿de qué?, ¿quién sabe?, supongo que sabíamos que esas
conversaciones serían así en los años venideros, y así fueron.
Nos
fuimos, no había nada que hacer, no sin antes acordar que
atenderíamos este asunto durante el fin de semana.
Bueno,
éramos unos niños, y no pudimos convencer a nuestras respectivas
progenitoras, para que nos dieran el permiso correspondiente para
visitarnos el fin de semana, así que nos vimos hasta el siguiente
lunes.
Continuará....
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