REFLEXIÓN
FINAL
(sí no leíste la primera parte: aquí)
(sí no leíste la segunda parte: aquí)
Con
el tiempo, fuimos siendo mas atrevidos, hablábamos en voz alta y lo
interesante de las conversaciones que teníamos en ese cuarto, era
precisamente que las hacíamos en la obscuridad total, nunca nos
atrevimos a prender la luz, temíamos ser descubiertos.
No
obstante la falta de luz, nuestras conversaciones eran del todo
fluídas, la falta de un sentido, nos obligábamos a prestar más
atención a las palabras, a la forma de decirlas, al tono, hacíamos
pausas para indicar que habíamos terminado nuestro turno, y entonces
el otro hacía uso de la palabra. Había ocasiones en que sólo
entrábamos a ese cuarto obscuro para no decir nada, simplemente para
reflexionar y eso fue una de las mayores enseñanzas.
Desde
entonces, los cuartos obscuros, se han convertido en una constante
que me acompaña a la fecha, hoy, cuento con mi propio cuarto
obscuro, en donde a menudo entro, apago la luz, me siento en el suelo
y me pongo a reflexionar, un espacio en donde estoy solo con mis
ideas, en donde se aclaran los pensamientos, al salir regresa aquella
sensación de triunfo que tenía en la primaria, siempre con la
esperanza de que al día siguiente el cuarto estaría ahí, de nuevo
para nosotros.
Otro
día quizá, platique sobre los momentos que pasé en los cuartos
obscuros de fotografía y la magia que ahí sucedía.
Rodrigo
ya no está, pero tengo la certeza de que muy eventualmente habré de
habitar por siempre en un cuarto obscuro, en donde seguramente, él,
me está esperando.
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